miércoles, mayo 03, 2006

LDMHEJ06

Casi lo olvido. Como estaba previsto, al final de la charleta en la I Feria del Libro de El Ejido, me atreví a liberar un nuevo ejemplar de Las demasiadas horas. Con la signatura LDMHEJ06 con la que podré, espero, seguirle la pista a ese hijito mío que abandoné a su suerte en la provincia de Almería.

Veremos cómo salen las cosas, es cuestión de paciencia, soy consciente, pero sé de buena tinta, que el primer ejemplar que liberé quedó encallado en la librería de alguna desaprensiva lectora, no sé si posesiva o posesa, cualquier adjetivo es válido, sabiendo además que censuré su actitud no ha mucho y por lo visto le trajo al pairo mis súplicas.

Aunque llevamos una pérdida, quedan dos en camino. Les deseo la suerte y la batalla, la llama y el fulgor. Ojalá sigan navegando libremente. Denme noticias, por Dios, que tengo el alma en vilo.

Saludos.

Apuntes del taller de escritura.

Toda charleta formal debe estar dividida, esencialmente, en dos partes: parte a) la charla formal en la que se concedan las claves sobre el tema a debatir o a monologar en un tono siempre académico; y una parte b) la charleta propiamente dicha, que es la que continúa, una vez concluido el tiempo establecido para la parte a, toda vez descubierto que el tema es inagotable y que debe seguirse hablando, en un tono mucho más distendido, frente a una caña o un vino y a ser posible, gracia almeriense, acompañados de su merecida tapa.

Dejo un resto de la parte informal, descubrirán que de formal, como de cabellos, me van quedando pocos por no decir ninguno.


I FERIA DEL LIBRO DEL EJIDO

TALLER DE ESCRITURA

29 DE ABRIL DE 2006

DISTRAÍDO MANUAL PARA ESCRIBIR UNA NOVELA.

1. Un juego para situarnos.

Escriba un poema, algo sencillo, no intente nada épico. No por el momento. Escriba un sencillo poema. Entendiendo por sencillo lo que le resulte más cercano y por poema lo que le venga en gana.

Luego lea el poema. A ser posible en voz alta. Si no quieren que le escuchen hágalo en el cuarto de baño, que es siempre un buen refugio, una estupenda coartada como escusado.

Si al leerlo descubre que ha contado una historia, con un principio, un desarrollo y un desenlace, todo muy concentrado, igual que una gragea, usted es un narrador nato. Dedíquese al cuento o en su defecto a la novela.

Si usted, digamos, ha perseguido la esencia, la emoción y el placer de la palabra en el paladar cuando ésta es pronunciada, usted es un poeta, sin duda. No se implique en textos narrativos o le saldrán farragosos y sin sentido. Dedíquese al verso. Es un consejo de amigo.

Si sigue con el folio en blanco después de 10 minutos y la televisión apagada, entonces usted está perdido, eso quiere decir que le gusta que el concepto se quede en su cabeza. En ese caso no caiga en depresión, en absoluto, usted será un magnífico lector.

2. Una vez situados.

Atrévase ahora con un cuento, por supuesto siguiendo las directrices que Miguel Ángel Muñoz, autor de El síndrome de Chéjov, les dijo el otro día.

Si comprueba que 15 folios se le quedan cortos, no siga con el cuento. A otro con ese cuento, a mí no me egaña, usted debe saltarse este segundo paso y comenzar con el punto 3 de este distraído manual. Láncese sin miedo a escribir una novela.

Si usted comprueba que en la primera página ha contado todo lo que tenía que contar tiene 2 opciones:

a) Vuelva a repetir el punto 1 porque igual estamos desperdiciando su talento poético.

b) Quédese un tiempo en el cuento y trate de ser tenaz, comprobará que cada cuento nuevo que escriba necesitará más páginas para concluirlo. Es importante no desesperar.

Si continúa con el folio en blanco después de varios días. Deje de ser una persona obstinada. Salga a la calle a que le dé el aire y luego regrese a casa, póngase cómodo y lea un buen libro. Eso le calmará la ansiedad.

3. A por la novela.

Si usted ha seguido estos pasos, sin saltarse ninguno, y ha practicado con varios cuentos y tiene en la cabeza una historia que sabe (porque eso se sabe) que necesitará más de 15 ó 20 páginas. Prepárese un café, desayune copiosa y calmadamente, porque el trayecto que vamos a recorrer es largo y, de vez en mucho, más de lo que quisiéramos, resulta desesperante. Para esos momentos acuérdese siempre de García Márquez o de Franz Kafka que siempre estuvieron tentados de abandonar la escritura; o piense en Julio Ramón Ribeyro, maravilloso escritor, que se atrevió a escribir un diario titulado La tentación del fracaso, que es un magnífico soplo de aire fresco para los que nos desesperamos pronto. O si lo prefiere, haga como Juan Rulfo y abandone cuanto antes la literatura, dedíquese a la fotografía, al Tai-chi u otras debilidades suyas, no vaya a ser que usted sea un magnífico escritor y comience a ser la competencia.