viernes, julio 14, 2006


Lecturas de verano


Del mismo modo que Ángel González decía en su inventario de lugares propicios para el amor que "Son pocos. /La primavera está muy prestigiada, / pero es mejor el verano". El estío es propicio para el ocio, la holgazanería, la diversión y la pereza. Es el momento propicio para la lectura, tumbado en una butacona de playa cercada por niños en ebullición, a punto de gritarte al oído "¡Al abordaje!" sean o no de uno los hijos de su madre. Los que no tenemos chiringuito en la playa que nos acoja, nos dedicamos a hundirle los muelles al sofá de casa, tumbados, desde luego, y echándonos a perder por la lectura compulsiva.

En verano prefiero la relectura, especialmente de aquellos libros que en otro tiempo y en otra adolescencia, me cautivaron, dejando en mí una reflexión abierta y una influencia clara en el modo en que uno se lanza a escribir. Releer es un ejercicio interesante porque se abren nuevas interpretaciones, quizás más delicadas, que la impresión general que deja un libro cuando tienes catorce o quince años. Edad en que leí, por primera vez, ese relato introvertido de R. L. Stevenson, alejado de la visión aventurera de los cuentos de los mares del sur.

Para aquella persona que no sepa con qué libro hacerse para este verano, échale un vistazo a El extraño caso de Dr. Jekyll y Mr. Hyde y descubrirás que tiene poco que ver con las versiones cinematográficas, a las que le resulta muy difícil ahondar en la voz interior de los personajes, salvo cuando se sirven de la voz en off, que muchos no saben utilizar con moderación, olvidando que el cine es, sobre todo, imagen, acompañada del sonido. Pero este es otro problema.

Lean cualquier edición del Dr. Jekyll, aunque la edición en libro de bolsillo de Alianza tiene una traducción francamente buena y la que editó El Mundo, en la colección Millenium, tiene una correcta traducción y un divertido prólogo de Eduardo Mendicutti.

Otra lectura, tan extraña como curiosa y bien cuidada es la de Tratados de poliorcética, que es "una disciplina que se desarrolló en el Renacimiento y trata sobre el arte de la fortificación de las ciudades. Lo que yo he hecho ha sido trasladarlo al individuo porque la vida es un continuo sistema de agresiones, asedios y defensas"; en palabras de su autor, el arquitecto José Joaquín Parra Bañón. El libro está editado por El Desembarco, y está lleno de una intrigante prosa, seguramente el lado perverso (el lado Hyde) de Parra Bañón, porque algunos textos tienen una dureza extrema y, sin embargo, poseen a la vez una exquisita factura en la construcción sintáctica y en el léxico fluido. Inquietante y delicioso al mismo tiempo.

Pero si lo que quieren es sacar su lado más voyeur y contemplar en vez de leer, entonces, sin abandonar nuestra búsqueda de perversiones, les recomiendo la película From Hell, basada en un cómic de Alan Moore, ahora que está tan de moda por falta de imaginación en los guionistas. Es una mirada a la Inglaterra victoriana más depravada, la de fin del siglo XIX. Tiene una trama bien elaborada, que consigue mantenerte en tensión toda la película y lo que es mejor, es entretenida, quizás porque parece no tener especiales pretensiones, salvo la de algunas angulaciones de cámara excesivas y otros efectos que son, como diríamos en la calle, demasiado peliculeros.

Miremos al interior de nuestras pesadillas, desvelemos esos terrores que habitan en la habitación 101 (de la novela de George Orwell) y dejemos que aflore nuestro lado más perverso, únicamente en nuestra imaginación, tampoco andemos ahora de desmanes.